miércoles, 28 de octubre de 2009

...que hacer...

Hace calor, el tiempo pasa y los años pasan… en el devenir diario se suceden infinidad de cuestiones que uno se plantea pero no quiere asumir, no por irrelevantes si no por las consecuencias de su análisis, de su valoración. En definitiva nos asustan las consecuencias de tomar decisiones al respecto. Las relaciones personales no solo no son ajenas a este problema, sino que son el principal protagonista…

La quiero?...si, sin duda. La amo?...no, ya no. Y ahora que…que hago…hasta ahora el sabio señor tiempo me dice que siempre vuelvo, siempre vuelve, como las mareas, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor regularidad en su amplitud, siempre vuelve, sin embargo la erosión y el tiempo han hecho mella, ya no quedan rocas que erosionar ni nubes de espuma que reflejen el sol, ni inesperadas corrientes, ni piedras sumergidas llenas de algas, de peces, de vida… , solo queda un páramo de arena áspera, gruesa, Gris… monótona y sin sorpresas. Puedes sentarte en esa playa, incluso puedes tumbarte y es cómoda. Es eso lo que quiero? Pasear par un páramo, de arena anodina y plano horizonte? Pasear por una playa donde pequeñas bolas de alquitrán afloran a la superficie con la leve presión de mis pasos desnudos; dejando una huella indeleble e impidiendo olvidar tiempos pasados…pero paseando, nadando y disfrutando de los rayos del sol al fin y al cabo. Disfrutando? O conformándome, con esa arena y esos tenues rayos de sol…que hacer…

El corazón me dice a gritos que me zambulla, que nade en el vasto océano, sin mirar atrás, sin remordimientos… que busque, que no desista que aún quedan rincones de costa como los de mis sueños, donde junto al embate de las olas y el viento poder crear una pequeña cala de arena blanca y limpia, donde se pueda pasear sin miedo a ensuciarse, donde los rayos del sol lejos de difuminar las formas las realce, que me deleite con un crisol de colores con el embate de las olas y una mar plateada en las tardes de calma. Una playa que no será grande, ni especialmente bella, ni solamente cómoda. Placentera y estimulante, donde el paso de los años lejos de horadar las rocas camino de un arenal impersonal moldee sus formas adaptándose a los tiempos, pero preservando ese espíritu libre y salvaje, como el día en que la encontré ya sin fuerzas y exhausto, como el día en que fui rescatado del mar ya sin esperanza.

Y así me encuentro… en el atardecer de un día soleado, con el sol tiznando el mar de dorados reflejos y las frias aguas lamiendo mis pies desnudos, los brazos en jarras y la mirada en el horizonte puesta en el sol moribundo, a un paso de lanzarme al vacio del azul, pero sin hacerlo aún. Ya escucho los cantos de sirena, ese olor a dulce miel, esos ojos verdes o esos rubios rizos , cuál sería mi destino? llegaré a encontrarlo? o nadaré sin rumbo hasta que me abandonen las fuerzas y me hunda exahusto en la profundidad del océano…que hacer…




Mondratown 16 de Marzo de 2009.